de Matthew Weiner.
Son esos personajes tan bien diseñados: Draper el genio de la publicidad, con su bella esposa, sus bellos hijos, su bella casa, y su miserable existencia. Su esposa, con su bello marido, sus bellos hijos, su bella casa, su inmensa soledad. Campbell con sus deseos de ascenso, con su exagerada codicia, con su fracaso matrimonial, con su amor inconfeso. La señorita Olsen, con sus miedos, sus incertidumbres, su pasmosa creatividad, sus problemas en un mundo de hombres.

Y así podíamos seguir con cada uno de los personajes. Todos unidos por la publicidad en momentos de expansión. Un mundo tremendamente machista, gris del humo incesante de tabaco, gris también por los deseos inconfesables. Lo que es tremendamente bello por fuera, se pudre por dentro.
Y ése deterioro se percibe capítulo a capítulo, lenta, pausadamente, cada escena se alarga un instante más para añadir pesadez a la acumulación de drama. Puede parecer aburrida, pero cuántas cosas pasan en la simple exhalación de humo.
