Pozos de ambición (****)
de Paul Thomas Anderson.
Combate de dos horas y media entre petróleo y religión. Entre los designios de
Dios y la
ambición desmedida, sin una línea clara que la difiera, se entremezcla como el petróleo con la tierra en esta asfixiante, agobiante película.
Visualmente impecable, notándose de forma excepcional la mano de
Anderson, musicalmente imprescindible con
Jonny Greenwood (de Radiohead) con algunas secuencias espeluznantes. Fallida a veces, con altibajos tras una primera hora portentosa, destacable dentro del mejor cine hecho, la película deja un poso final importante, con una escena final controvertida.
Daniel Day Lewis contra el mundo. Contra su hijo, contra la religión (genial
Paul Dano), contra toda adversidad que se cruce en su objetivo. Aferrado a ese oro negro, enganchado a esa sensación de poder, hará todo lo que pueda y más hasta la locura para ganar. La venganza se sirve bien fría.