Muchas de la época de Qué grande es el cine, donde empezaba a ver el debate previo y el comienzo de la película, pero, anuncios mediante, era difícil verlas terminar. Entre ellas recuerdo El fuego y la palabra, de Richard Brooks, uno de mis directores preferidos, y con uno de mis actores preferidos, Burt Lancaster, que hace de predicador oportunista. Uno de esos pocos casos donde el título en castellano supera con creces el original.
De aquí a la eternidad (*****) de Fred Zinnemann y Daniel Taradash
Pocas películas como ésta, que parece aglutinar para sí el concepto de cine clásico. Dirección, guión y actores, todo bendecido por ese aroma de gran cine, capaz de emocionar y fascinar por partes iguales. Es todo el cine posible: bélico, romántico, drama, thriller. Pocas pueden serlo a la vez.
La historia se divide en dos. Por un lado un ex-boxeador (Clift) es presionado para que vuelva a pelear en el ejército, y al negarse, su vida en la base se convierte en un infierno, sólo contando con un amigo (Sinatra) que también sufre en sus carnes la violencia del ejército y con el consuelo de un amor pasional (Reed). Por otro lado, el sargento (Lancaster) tiene un romance con la mujer del capitán (Kerr). Y todo ello bajo la presión de la guerra, más presente que futura, y un Pearl Harbor que marcó a toda una nación y a todo un siglo.
Aún viendo dulcificada su cruda historia (prostitución, homosexualidad, adulterio), es una película valiente para la época, con escenas memorables (el beso en la playa), con un aroma de gran clásico nada más verla.