Vuelven a colaborar The killers y Tim Burton tras hacerlo en la fantástica Bones. Aunque Here with me no es de mis canciones preferidas, el vídeo es fantástico, con el inconfudible sello Burton.
El mundo inmobiliario puede ser más sórdido de lo que ya de por sí parece. Lo presenta De latir mi corazón se ha parado, que muestra poca esperanza en ese mundo, sólo el piano y la ilusión recobrada por un placer olvidado. Aprender de nuevo, intentar reciclar tu vida si es que ya es posible. Una dura prueba para un tipo duro.
La comunicación es el otro pilar sobre el que se centra. Entre la profesora y el alumno. Sin idioma en común. Miento, con la música como idioma común. Él, el tipo duro de la mafia inmobiliaria, pero aprendiz de piano (y de amor y de todo lo demás). Ella, sin más miras que el piano y sus clases. Una comunión perfecta, un encuentro sorprendente. Los extremos se tocan, o chocan, o se entorpecen.
La vida de Pi no es común, como todas las vidas que merecen ser contadas. Es una mezcla El libro de la Selva y El arca de Noé. Pi y sus animales en pleno naufragio del zoo. Pi y el tigre en esa barca en mitad del océano.
La historia puede concebirse de muchas formas: como libro de aventuras, como una metáfora de la sociedad actual, con la violencia de los días, con la soledad imperante. La soledad es el concepto predominante a mi entender. La necesidad de compañía, la lucha constante por no sentirse solo.
Pi puede que sea uno de los personajes más fascinantes de la literatura reciente. Con esa vitalidad a prueba de naufragios.
Jóvenes prodigiosos es una película de iniciación. De iniciación a la escritura y a la vida por parte de un perdido Tobey Maguire. Lo que la escritura puede propiciar. Salvarte de la depresión y la soledad. Michael Douglas ejerce como guía espiritual también enfrentado a su propia crisis al no poder concluir una nueva novela tras un gran éxito.
Y también circulan por ahí Robert Downey Jr. como editor despiadado y Katie Holmes como compañera del taller, y Frances McDormand como amante del escritor. Y todos descubren (o intentan descubrir) el amor, aunque más que amor se dan compañía. Reunión de solitarios. Como decían, nacemos solos, morimos solos, el resto del tiempo tratamos de evitar esa sensación tan desastrosa.
J.A. Bayona y Lo imposible. Parece que no hay otra peli en el cine español. Su estilo quedó plasmado en el single del último disco de Keane: Disconnected, en la que cuenta con Leticia Dolera y Féliz Gómez, aunque yo me quedo con la primera.
The town pretende ser muchas películas en una, y al final desmerece su prometedor arranque. Porque Ben Affleck apuesta al final por la acción desmedida, con cierta incongruencia e irrealidad. Apuesta también por la historia de amor, sencilla al principio, empalagosa después.
Porque The town promete mucho en el comienzo: gran ritmo, buenas secuencias, muy buen guión, tremendamente ágil y divertido, personajes interesantes bien interpretados, por él mismo (mejor director que actor), Jeremy Renner, John Hamm, Rebecca Hall, Blake Lively.
The town es desigual, buen punto de partida, mal desenlace. Aún así, merece la pena dar una oportunidad a estos ladrones de supuesto guante blanco.
Brick es una (pequeña) vuelta de tuerca al cine negro al ambientar la historia al mundo estudiantil, convirtiendo el instituto como centro neurálgico del drama, añadiéndole así un toque claustrofóbico. No son estudiantes corrientes los que circulan por la película, ni se meuven en entornos comunes. Juegan a ser importantes y se acabarán quemando con ello.
Gordon-Levitt construye (no podía faltar el juego de palabras) un personaje convincente de eterno perdedor que se ve envuelto en una trama cada vez más desconcertante (suena a Hitchcock). Digamos que Brick es cine negro independente, que no te fascina ni te atrapa por su estética ni su ritmo, pero deja poso pasado el tiempo.
Portlandiaconsigue ir más allá del típico programa de sketches. Aunque tenga parte de su origen en el míticoSaturday Night Live(incluido su productor principal, Lorne Michael, además del creador Fred Armisen y el director Jonathan Krisel).
Portlandia no eso. Portlandia consigue convertirse en una (gran) serie debido a su magnífica realización, la continuidad de escenas y personajes y, por su puesto, a Portland, que además de darle nombre, es, sin duda, el gran protagonista de la serie. No es una sitcom encerrada en unos escenarios de cartón piedra. Portland cobra vida en la serie. Se puede respirar esa ciudad. Y eso lo hace (aún) más atractiva.
Y luego está Fred Armisen, claro, para mí, el mejor actor del actual SNL, y aquí lo demuestra con mucha mayor naturalidad, sin la necesidad de imitar ni de disfraces. Y se ha juntado con Carrie Brownstein (cantante y guitarrista de la banda Wild flag) que resulta fantástica como contrapunto.
Portlandia, programa de sketches para los amantes de las series.
El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (*****)
de Andrew Dominik
Fascinante. Película fascinante para los que amamos el cine contemplativo, el que se recrea en el espacio (la imagen) y el tiempo (la belleza de la lentitud, la pasividad a conciencia). Sí, ese estilo de Terrence Malick con El árbol de la vida, por ejemplo, la narración por encima de todo, la recreación de lo inhóspito.
Pero también la historia, claro, todo esto al servicio de la historia, de Jesse James, el idolatrado, el adorado, la leyenda. Y de Robert Ford, el adulador, el aprendiz, el envidioso. Un western a la nueva ausanza. Primando más la atmósfera que la acción.
El reparto es un acierto, con algunos de los mejores actores en ciernes (Affleck, Rockwell, Renner, Deschanel). En fin, para algunos, cine pretencioso, aburrido. Para otros, cine del bueno, del grande. Cuestión de gustos.
No hay que alarmarse por ello, pero hay que decir que George R. R. Martin, y por consiguiente los creadores de la serie, no han sido muy originales en la trama de esta historia: reinos, poder, ambición, dominación. Todo ello ya ha sido contado otras tantas veces y de forma brillante.
Pero han sabido añadirle las gotas necesarias de violencia y sexo, et voilá, tenemos una serie transgresora, novedosa, inmortal, otra de la HBO. Hay que reconocer en la historia más laboriosidad que creatividad, más trabajo que originalidad, muchos hilos argumentales que confluyen, muchas pequeñas historias que enriquecen el relato.
Pero por momentos es tramposa, como todo este tipo de series, retuerce el guión para hacernos anhelantes de un nuevo episodio. Más de palacio que de batalla, más maliciosa que espectacular. Todo ello es Juego de tronos, para bien y para mal.
Es un chico que está empezando, se trata de Noel Gallagher y su proyecto Noel Gallagher´s high flying birds que cuenta para su tema(zo) Everybody´s on the run con Mischa Barton, en su momento actriz, de por ejemplo The O.C., aunque a mí me gusta(ba) más Rachel Bilson; y ahora famosa de profesión. Corre, Mischa, corre. Hay un tipo que también sale en el vídeo pero no le he prestado atención.
Otra vez la gran historia de nuevo contada por la HBO. El gran hombre (Dustin Hoffman en su primer papel para televisión) que se recicla y renace tras su paso por la cárcel. Otra vez el gran hombre que ve trabado ese renacimiento por culpa del pasado. Otra vez la misma historia pero enmarcado en el mundo del caballo, que le da un mayor aliciente e interés, con esa imperiosa necesidad de victoria y rivalidad. Además de la preciosas imágenes derivadas, convirtiéndola en una serie impecablemente realizada.
Como en el mundo del deporte, la serie es muy masculina, todos los personajes protagonistas son hombres, pero tratados con distancia, sin juzgar ni ser juzgado, sin ser buenos/malos, todos con un objetivo claro, capaces de cualquier cosa para conseguirlo. El entrenador y sus caballos, los propietarios y sus ingresos, el público y sus apuestas.
Con el tiempo, Luck se convertirá en una de esas series de culto de una sola temporada (al estilo de Studio 60). El sufrimiento de los caballos, el elevadísimo coste de la serie y la supuesta mala relación entre creador y productores han puesto fin a la serie. Una lástima porque el gran derby prometió y cumplió. Se podría esperar más de Escalante y sus victorias, de los cuatro propietarios, de Dustin Hoffman y su proyecto de Casino-Hipódromo, de la relación de los jockeys y su representante… en nuestro recuerdo queda.
Los niños se comportan como adultos y los adultos como niños. No hay mejor denuncia en la película que ésa. El paso del tiempo nos vuelve idiotas y nos quita la inocencia y el primer amor. Y para ello, Anderson se apoya en sus pilares básicos: situaciones exageradas, personajes excéntricos (con grandes interpretaciones), escenarios recargados y mucha velocidad.
Es el verano de 1965 y en un campamento de scouts, un joven se fuga en busca del reencuentro con su amor del verano pasado. El sheriff del pueblo y el grupo de scouts emprenden la búsqueda. Anderson mezcla así el cine del oeste (Los buscadores, Centauros del desierto) con el cine bélico (La chaqueta metálica), todo con un prisma infantil que lo simplifica y lo hace más imaginativo y amable.
“Quería recordar lo que es el amor a los 12 años. o, por lo menos, cómo se imagina uno qué es el amor a esa edad. La película trata de la emoción del primer beso. De cogerse de la mano, de no pensar en el futuro y de cómo seguimos siendo niños en el fondo, aunque por fuera tengamos aspecto y nos comportemos como adultos. La infancia no muere nunca. La escondemos, pero no muere”. Wes Anderson
Desde el robo de documentos en el Watergate hasta Nixon hay un largo recorrido que llevaron a cabo Bob Woodward y Carl Berstein en sus archiconocidos artículos para el Washington Post. La película recrea, en la medida de lo posible, todo el proceso, desde el análisis de un cheque hasta las conversaciones oficiales y las eternas dudas.
El filme se contagia de la complejidad del caso y se convierte en compleja en sí misma. Son nombres y más nombres los que se suceden para desenmarañar todos esos hombres de Nixon. Pero da igual cualquier momento de pérdida, merece la pena ver toda la construcción de un gran caso. Periodismo en estado puro de la mano de Redford y Hoffman.
de François Truffaut y Jean-Louis Richard (novela Ray Bradbury)
En el futuro hemos sido aniquilados, exterminados, dominados, exclavizados… pero nunca estuvimos tan cerca del abismo como en Fahrenheit 451, donde se queman los libros por norma, donde la cultura se penaliza.
Truffaut disecciona el clásico de Bradbury en una mezcla de su cine intimista con el cine futurista, con el color como agravante, en un futuro felizmente inculto. Es el día a día de la destrucción, de la debacle. Nunca estuvimos tan cerca del futuro, ni del fin de los días.
Rosales es el maestro de lo cotidiano. Pueden gustar más o menos sus historias, pero es innegable que muestra la rutina como nadie. Y para los que nos gusta la cotidianidad y vivimos de la rutina, su cine es fascinante.
"Quería hacer una película diferente. Una película que no tuviera nada que ver con los códigos clásicos de las películas de asesinos en serie. Una película que retratara una realidad tal y como es. Una película que huyera de cualquier intento de convertir en algo comprensible ese fenómeno tan absurdo e irracional como matar sin motivo a una persona. Tenía claro que quería hacer esa película y no otra."
En este caso, en su debut cinematográfico, cuenta la vida anodina de un asesino en serie, donde lo de menos son los asesinatos, sino los días y las horas que transcurren entre tanto. Motivaciones, ninguna. Los silencios, la reflexión, el aburrimiento del asesino y su madre, el asesino y sus amigos, el asesino y su novia. Una oscuridad como la de cualquiera. Y como con cualquiera, hay pequeño trecho hasta la locura.
El presidente recibe un ultimátum. Debe salir en TV teniendo relaciones sexuales completas con un cerdo. O si no, la princesa Susannah morirá. Tal es el punto de partida que Charlie Brooker propone en esta serie de tres capítulos. La trama se podría desmadrar y convertirse en una marcianada confusa, y sin embargo todo queda atado y bien atado.
Es una curiosa forma de criticar la sociedad actual. Lo viste de cerdo y de indecencia. Lo viste de polémica y subversión para que pasado todo ese espejismo, la historia revierta en ti y te sacuda. Porque la crítica es fácil, la crítica es por todos compartida, pero cambia el envoltorio, y no puedes dejar de pensar en ello.
Nació en 1912 en Filadelfia. A Richard Brooks es difícil definirlo en una palabra. Sí, director, pero también guionista, y antes novelista y antes escritor y antes periodista y también marine.
Empezó escribiendo para la NBC. Hollywood lo reclutó pronto pero para guiones con los no se sentía cómodo, hasta que le llegó el guión de Cayo Largo, que rescribió para John Huston.
En 1950 debutó como director gracias al apoyo de Cary Grant en Crisis. Su primer gran éxito fue 5 años después con Semilla de maldad. Perteneció a la llamada generación de la televisión, como Sydney Lumet o Stanley Kubrick.
Quizás por su faceta de escritor, adaptó como nadie grandes novelas y obras teatrales: Lord Jim de Conrad, A sangre fría de Capote, Dulce pájaro de juventud y La gata sobre el tejado de zinc, de Tennessee Williams, El fuego y la palabra (Elmer Gantry) de Sinclair Lewis, Los hermanos Karamazov, de Dostoievski o La última vez que vi París, de Fitzgerald.
Tocó todos los palos: desde el western hasta el drama o el thriller, y en todos destacó. Tan polifacético como sus profesiones. Y además, qué leches, estuvo 20 años casado con Jean Simmons.
"Estamos muertos, ya no tenemos que preocuparnos por nada" Esta frase de la película sirve perfectamente para resumirla y para resumir gran parte del cine de Tim Burton, porque aquí no se preocupa por nada, todo es desinhibido y original. Dos fantasmas tratando de asustar a los inquilinos de su casa.
Burton asienta las bases de su cine: vivos y muertos, tenebrismo y comicidad, personajes hilarantes y desequilibrados. Y además, tiene una de las mejores escenas de la historia del cine: la posesión bailonga.
Por supuesto que es irregular, como casi toda comedia, por momentos brillante, luego algo más convencional, pero indudablemente estamos ante algo diferente, y eso en Hollywood ya significa mucho.
Natalie Portman colabora de nuevo con Paul McCartney (ya lo hizo en el Dance tonight del anterior disco) en el primer single de su nuevo disco Kisses On The Bottom. También tiene una versión con Johnny Depp, pero si tengo que elegir, evidentemente me decanto por (mi) Natalie.
Película sorprendentemente redonda. Donde cada minúsculo detalle puede ser perjudicial, Cortés, como Coronado en la trama, sabe resolverlo con maestría. Y es que Coronado vive en su mundo inventado, en su Banco de España, sus inversiones rentables, su saber estar impecable.
El elemento extraño es Marta Etura, que viene a desestabilizar todo ese mundo creado. El amor incontrolable, la pasión que vuelve, nuestro mundo perfecto que vuela por los aires. Fingir para vivir, amar para morir.
Eternamente en desamor. ¿Se puede caer en mayor desgracia? Coppola profundiza en el lado romántico, en el mejor sentido de la palabra, de la novela de Stoker. Con la dosis de miedo, de terror, de sangre necesaria, este Drácula es profundamente triste, desolador, anhelante.
Porque Jonathan Harker sigue viajando a Transilvania, sigue conociendo al conde, sigue dejando expuesta a su querida Mina Harker, necesitará ayuda y parece no querer darse cuenta de todo lo que ya conocemos. Porque Drácula ha dejado de ser un personaje y se ha convertido en un mito. Una de esas figuras que traspasan realidades.
A veces es mejor morir, sobre todo cuando no se tiene lo que se desea, y sobre todo si es el desamor lo que nos acompaña.
Ésta es la historia de una dictadura familiar llevada al extremo. Un padre que tiene encerrada a su familia, convirtiendo eso en normal. Hijos que son maltratdos sin saberlo. Aquí la violencia es conceptual, más allá de golpes o gestos. Es violenta de otra forma, es violenta con nuestro actual estilo de vida.
Canino es desconcertante, no por incomprensible, sino por extravagante. Refleja todo lo que puede llegar a hacer el ser humano cuando se le desprende de iniciativa y razón. Sin educación, o tergiversándola, nos acercamos a los animales.
Como en toda historia claustrofóbica, hay un elemento externo que desata el cambio. Pero ese cambio no les devuelve a la normalidad. Nada es normal si los aviones caen en casa y Rocky es la última esperanza de conocer mundo. Ladrad, ladrad, malditos.
The corner no pretende ser un alegato en contra de las drogas, pero consigue ese efecto. Y sin exponer culpas, dando vida a los marginados, los que no tienen nombre y se pudren en cada esquina.
Simon, como costumbre, critica este mundo que hemos creado a través de una serie de personajes que han destruido su vida o están a punto de hacerlo, que han cometido los mismos errores una y otra vez y no tienen manera de salir de todo aquello.
No es una serie sobre la droga. Ése sería un fácil resumen. The corner trata del fracaso de una sociedad que hemos (mal) construido.
Vale, Titanic era demasiado sensiblona. Vale, Di Caprio pudo salvarse en aquella tabla. Todo eso es cierto, y es que con el paso del tiempo Titanic ha sido infravalorada por su excesiva sensiblería y su recuerdo se ha quedado en una parodia de sí misma.
Con su reestreno parece crecer y convertirse en obra maestra. Y ni un caso ni otro. Cameron nunca ha apostado por la fuerza de un buen guión. Lo suyo es lo visual y renovar la concepción del cine como espectáculo. Y la historia de amor de Titanic es algo simplona, pero la voracidad de la recreación, aquellas imágenes renovaron el cine tal y como ahora lo entendemos. Aquel barco hundiéndose, aquel iceberg, nunca los tuvimos tan cerca, nunca lo sentiremos tan nuestros.
Antecedentes: La Segunda Guerra Mundial, Hermanos de Sangre y The Pacific, Europa y Asia, Spielberg y Tom Hanks, HBO y HBO.
La recreación: El punto fuerte de Hermanos de Sangre. Por momentos, un documental batalla por batalla: El día D (desde un paracaídas), Market Garden, Las Ardenas (con el infierno helado de Bastogne). La acción es superior a The Pacific, más clara, mejor explicada, aunque los desembarcos de The Pacific suponen ver de nuevo varias veces el comienzo de Salvar al soldado Ryan.
El romanticismo: No hay amor en Hermanos de Sangre, para nada, ni el más mínimo. The Pacific lo complementa, la historia de Vera, el capítulo final, la vuelta a casa.
El dolor de la guerra: Indescriptible en las dos. Pero hay escenas de The Pacific memorables: la llegada de Leckie al sanatorio y el desquiciamiento de algunos de los que allí estaban. O la mirada de Eugene a la chica que les recibe tras otra intensa batalla. En Hermanos de Sangre, Lipton viendo caer a Warnerr y Toil.
The killing tiene un punto de partida diferente a las series policiacas de investigación más comerciales, y es el desarrollo de una trama única. Un solo caso, una sola serie. Sin embargo, cae en los mismos errores de esas otras series, presentando primero a grandes sospechosos para luego descartarlos, lo que hace que en todos los capítulos tengamos la sensación de investigar algo que nos llevará a nada.
Además, deja la gran resolución para el final, por lo que los capítulos intermedios dejan de tener interés. Y lo peor es la llegada del golpe de efecto que provoca un replanteamiento de todo lo ocurrido sin más explicaciones, sólo pretende pillarte por sorpresa.
Por lo demás, como no podía ser de otra forma, impecable factura, buenas interpreteciones, un guión que, aparte de trampas, está estudiado para tenerte enganchado hasta ese final tan polémico. The killing trata de ser diferente, pero no lo consigue del todo. Buen intento.
Los idus de marzo, que se estrena el 9 de marzo con George Clooney volviendo a dirigir y con el tipo de moda (Ryan Gosling) interpretando a un director de comunicación del candidato Clooney a las primarias de los demócratas.
He tenido que tirar de archivo, porque no recuerdo haber visto muchos remakes. Pero no se me puede pasar mencionar el Infiltrados de Scorsese, remake de Infernal Affairs. No he visto la original. Ésta es un inmenso duelo Di Caprio-Damon con Nicholson (que nunca me ha gustado demasiado) como capo.
Durante mucho tiempo quise ver El resplandor. Ya lo hice. Y hay otras muchas que me quedan por ver. Eso es lo bueno, pero me gustaría aumentar mi nivel de cine francés e italiano, y entre ello, Truffaut, y por ejemplo, Los cuatrocientos golpes.
Pues muchas, casi todas, pero me hubierta gustado ver en el cine alguna serie, como Mad Men, The wire, o las de la II Guerra Mundial, The Pacific y Hermanos de Sangre.
No me suelo fijar en las bandas sonoras, pero me dejó impactado la de Jonny Greenwood para Pozos de ambición, película con un comienzo fascinante, con una escena memorable (con ayuda musical) pero con cierto bajón al final.
Pues con esto de trabajar fuera de casa, muchas. Y por mencionar alguna, Malas temporadas, que la vi en Sevilla, y recuerdo así a Manuel Martín Cuenca, un director y guionista fantástico.
Entiendo como placer culposo una película que te guste y que por unanimidad sea tratada como mala-penosa. Eso me pasa con In good company, que ciertamente me encantó, más allá de Scarlett Johansson, con esa historia de ascenso y descenso voluntario de un joven ejecutivo.
Me siento identificado con los personajes de Woody Allen, perdedores, neuróticos, inseguros. Claro que se llevaba a la chica en muchas ocasiones. Ahí no coincidimos. Pero por no repetir tres veces al señor Allen, digamos Pagafantas, sin más explicación.
Las de género chico-conoce-chica, al estilo Algo en común, Once, Adventureland, Todo lo demás o Annie Hall y El graduado si nos remontamos al pasado. Y de entre todas ellas, 500 días juntos, por si Zooey Deschanel me hiciera caso.
Paul Newman, en eso no tengo duda. Luego Robert Redford, Burt Lancaster, Marlon Brando, Montgomery Clift... Y por elegir una de Newman, Dos hombres y un destino.
Debo reconocerlo, de pequeño no me gustaba el cine. Llevo retraso cinematográfico desde entonces. No tengo película de mi infancia, quizás las de vaqueros los sábados por la tarde, quizás las de Paco Martínez Soria, pero recuerdo ver E.T. y asustarme ante ese dedo acusador.
Muchas de la época de Qué grande es el cine, donde empezaba a ver el debate previo y el comienzo de la película, pero, anuncios mediante, era difícil verlas terminar. Entre ellas recuerdo El fuego y la palabra, de Richard Brooks, uno de mis directores preferidos, y con uno de mis actores preferidos, Burt Lancaster, que hace de predicador oportunista. Uno de esos pocos casos donde el título en castellano supera con creces el original.
Me emocionan las películas río, las que cuentan la historia de toda una vida, donde ves una evolución y el dolor del paso del tiempo, al estilo El curioso caso de Benjamin Button. Pero me quedo con otra, con una de mis películas preferidas: Las normas de la casa de la sidra.
No me gustaría repetir director, pero no puedo. Me hacen reír las primeras comedias de Woody Allen, imperfectas, llena de bajones, pero también de momentos memorables. Parecen más sketches que cine, pero me encantan. Y destacando una, su debut, Toma el dinero y corre.
En unas cuantas, pero digamos Ciudadano Kane, una película que me encanta, que técnicamente es más que brillante, pero que tiene una historia algo monótona que conlleva somnolencia.
Dice Woody Allen: "¿Qué es Ciudadano Kane? Pauline Kaella llamó una obra maestra banal. Uno ve la historia del ascenso al poder de un magnate y le podrá gustar más o menos. Pero el arte con el se cuenta Ciudadano Kane hace que esa misma historia pase de ser simplemente una especie de biografía llena de glamour a convertirse en toda una obra maestra. "
La guerra de las Galaxias: Una nueva esperanza, que es el episodio IV pero la primera de toda, en fin, un lío. Creo que fue la primera película que vi en el cine... cuando se reestrenó allá por 1997, claro, no cuando se estrenó originariamente.
No veo muchas películas que tengan secuelas. Pero Spider-man es un personaje que me fascina, es mi superhéroe favorito, y Tobey Maguire uno de mis actores preferidos. Y tuvo dos buenas primeras películas, sobre todo la segunda, con Alfred Molina haciendo de Octopus. Pero la tercera, Sam Raimi, la tercera no te la perdono. Aquello pude ser una gran película (más oscura), pero todo se vino abajo.
Hay muchos directores, pero por no repetir a Woody Allen, los Coen o Hitchcock, voy a decir Kubrick. Pero ahora la cuestión es elegir, ¿hay alguna película mala de Kubrick? Bueno, El resplandor me decepcionó un poco. Pero quedémonos con Lolita, la perversión hecha cine.
Aunque en su momento no me fascinó, con el tiempo guardo mejor recuerdo de ella: Sangre fácil, el debut de los Coen que me prestó un gran seguidor de ellos y melómano y cinéfilo de pro, don Sergio Agustín, donde quiera que esté usted, gracias.
Yo es que soy más de Megaupload. Ya hace tiempo que no voy al cine, pero antes de que me detengan, deberé volver. Si no recuerdo mal, fue Midnight in Paris, del gran Woody Allen, su vuelta a la brillantez (si hasta está nominado para los Oscar).
No soy fan del género de terror, aunque no soy especialmente asustadizo. Pero con Los pájaros sufrí, incluida una fuga de agua en el lavavajillas esa noche. Es increíble la tensión que es capaz de imprimir Hitchcock con pocos recursos (de la época) pero con una dirección formidable.
Intento no ver películas que intuyo que no me gustará, como superproducciones o comedias románticas. Pero tuve el error de ver Mi gran boda griega, que venía incluso precedida por buenas críticas y alguna nominación al Oscar. La película que menos me ha gustado de todas las que he visto. Sin más. No quiero ni poner vídeo ni foto. No me tomo esa molestia.
Comienzo el reto en el que plagio doblemente. No importa. Película preferida, muchas, pero hay que elegir, La gata sobre el tejado de zinc. Obra maestra indiscutible.
Episodes es el Barton Fink hecho serie. Es la primera comparación que se puede hacer. Salvando las distancias, esta pareja de británicos llegados a Hollywood para reeditar su éxito con un remake de su serie recuerda al mítico Barton Fink, llegado a Hollywood después de un gran éxito en Broadway para escribir una película de serie B de lucha.
El punto de partido es similar, el humos es diferente. Los Coen apostaban por el toque de la casa: lo irracional. Episodes se basa en humor muy británico, al estilo The office o Extras. Es un humor incómodo, de media sonrisa más que de carcajada, con escenas muy largas, a la vez que memorables y patéticas, porque en parta se basa en eso, en el contraste, de lo urbanita (Londres) a lo hortera (Los Angeles).
Pronto llegan los problemas: cambios en la idea de la serie, el desarrollo, la situación, el actor principal con Joey haciendo de Matt LeBlanc o Matt LeBlanc haciendo de Joey, siendo ése uno de sus puntos fuertes, un Le Blanc riéndose de sí mismo en medio de una crítica despiadada a Hollywood y sus productoras.
Payne firma una de las mejores películas recientes, de las mejores tragicomedias, o drama con tonos costumbristas, o comedia triste, o como quiera definirse. Es el tono melancólico, la sensación de derrota por el paso del tiempo que Giamatti sabe expresar tan bien, con ese aspecto de tipo normal, normalísimo.
Un viaje, como tantos otros vistos en el cine, emprendido por Miles (Giamatti) y Jack (Haden Church), la eterna pareja de perdedor-ganador, que deciden dar una oportunidad a otro modo de vida, como esperanza o redención, el mundo presenta aún opciones para los que creen que ya no queda, en forma de Virgina Madsen y Sandra Oh.
Mucho más que una road movie, mucho más que una película de vinos, más que una comedia romántica, Entre copas es una delicia, una de esas películas que revitalizan al que la ve, que te hacen levantar de la silla con ganas de comerte (beberte) el mundo.